[FF][LN][V] Jazmìn, Vainilla, Sakuras y Hierro [COMPLETO]

JAZMIN, VAINILLA, SAKURAS Y HIERRO

Apto: 17+

Sinopsis: un poco de mitología clasica fusionada con el jrock. La historía va a ser subida de a pequeñas partes, ya que sufro de cansancio de vista y me hace mal escribir en la computadora por mucho rato. Es el primer fic q escribo >< asi que sean gentiles y no peguen fuerte (?)

Personajes: seguir leyendo para descubrir la pareja, la cual queda clara en el primer capitulo

RR (Renuncia de Responsabilidad): Esta historia es pura ficción. The Gazette pertenece a PSCompany, con quien no tengo ninguna conexión, y las marcas registradas son propiedad de sus respectivos dueños. Ninguna parte de esta historia puede ser reproducida o reutilizada sin autorización.

Él había siempre sido conocido como un héroe de guerra, había ganado batalla tras batalla, arrebatando la vida a miles de soldados enemigos con su gran habilidad para la esgrima, rara vez salía herido en batalla, y cuando lo hacía, solo eran cortes menores. Tenía cientos de admiradoras que hubieran dado docenas de rollos de seda cruda solo por recibir una mirada del apuesto y joven general, pero él nunca les prestó demasiada atención, ni el puede negar haber pensado alguna vez que alguna de esas chicas era atractiva, pero, dicho en sus palabras “no tengo tiempo para esas minucias, hay un imperio en peligro y es mi deber protegerlo”.

Se encontraba en campo enemigo, en un bosque de altos árboles que no supo identificar, aunque lo que si notaba era que le dificultaban horriblemente la visión y no estaba seguro de poder ver venir al enemigo en esa espesura. Notó un brillo plateado a sus espaldas, por el rabillo del ojo, el instinto le hizo desenvainar la espada, y girarse sobre si mismo, blandiéndola ante lo que sea que lo estuviera siguiendo. Grande fue su sorpresa cuando vio el rostro del supuesto atacante, dejando caer su espada para tornar toda su atención en contemplar aquel hermoso y andrógino rostro, de labios llenos y ojos rasgados que lo observaban detrás de un cabello del color de las almendras, su postura era relajada, así que no consideró a esta persona como peligrosa, algo en este ser lo cautivaba, no sabía si se trataba del llamativo ropaje que llevaba, el cual era un kimono femenino de una tela blanca translucida, como las hojas de los hayas, o si se trataba del aroma de su piel, una combinación perfecta de jazmín, vainilla y flores de sakura. También pudo notar que la figura de este ser andrógino parecía resplandecer con un tenue tono plateado.

El ser angelical separó sus hermosos labios y habló con una voz claramente masculina:
-No temas, apuesto general- levantó sus delgados brazos en muestra de paz –yo solo vengo para darle una advertencia, su vida acabará pronto, pero el cielo le ha otorgado un puesto de honor, debido a su amor devoto por su nación- rebuscó en los pliegues de su kimono, para sacar un sello de jade con una cinta dorada, el cual pendió frente a su rostro –se le otorga el puesto de general del ejército de los cielos y protector de las almas en pena- avanzó hacia el joven general, mas que pasos, parecía flotar elegantemente sobre el terreno –por favor, lleva contigo este sello, hasta el final de tus días- se arrodilló frente al general, como si fuera inferior a él, atando con destreza la cinta dorada alrededor de la cintura del militar para luego incorporarse y alejarse lentamente .buena suerte y adiós, Aoi-san, nos volveremos a ver pronto.

La figura angelical se desvaneció entre la espesura, Aoi se inclinó para recoger su espada, preguntándose como aquel extraño muchacho sabía su nombre, nunca se lo había dicho a nadie... Pero, cuando se incorporó, el destino fue mucho mas rápido que él, el enemigo estaba detrás suyo, lo sentía. Se giró velozmente, listo para atacar, cuando sintió un filo recorrer su garganta, y con un dolor impresionante, su cabeza se separó de su cuerpo...

...

Segunda Parte

Realmente no podía recordar cuanto tiempo había pasado desde aquel echo, sentía que hacía centenarios que recorría esta oscura y húmeda habitación, repleta de placas verticales de mármol, con solo un farol de aceite en la mano y un ropaje ligero de seda carmesí, que sin embargo lo abrigaba, luces, figuras fantasmales y ruidos extraños lo rodeaban, pero Aoi no sentía miedo, ya que se había acostumbrado a lidiar con estas cosas, era su trabajo.

Estaba girando una de las esquinas de esa habitación de hectáreas y hectáreas de lapidas, cuando una suave voz femenina le indicó:

-General del ejercito de los cielos... Favor de presentarse uniformado a la sala del eterno resplandor-

Eso era justo lo que estaba esperando, algo de acción en su aburrida y plana no-vida. Se apresuró a ponerse su armadura de samurai, junto con el sello de jade que esa fantástica criatura que nunca pudo olvidar le había dado.

Salió corriendo, pero a la vez tratando de no lucir emocionado, no quería parecer un niño frente a sus superiores, pero a veces, el impulso era mas fuerte que él. Llegó a esa gran sala, que mas bien parecía un bosque de bambú, iluminado por velas que flotaban a la altura del techo, sus superiores le esperaban, frente a él se encontraban dos ancianos de larga barba, uno de ellos separó los labios para hablar:

-Se lo requiere para una misión especial- su postura era intachable y sus ojos mostraban serenidad –como verá, el reino de las tinieblas ha formado un ejército, dispuestos a secuestrar a los príncipes de los reinos de las estaciones- se retiró un paso hacia atrás, dejando continuar a su compañero.

-Aquí es donde entras tú, hemos viajado a los reinos de las estaciones, y trajimos a los príncipes aquí, cada uno tiene su propia cámara especial, ambientada con el paisaje de sus hogares- esta explicación le recordó mucho a Aoi a la vez que el Emperador le hablaba de su idea de crear un zoológico, solo que esta vez, eran príncipes y no animales –tu misión es guiar a los frentes de batalla en la guerra, les hablamos de ti a los príncipes, y desean conocerte, realmente debe ser un honor para ti, van a entregarte sus saludos de buena suerte antes de que te vayas- otro silencio, el otro anciano volvió a adelantarse para hablar.

-Una driada te llevará a los aposentos de los príncipes, y te dará una pequeña explicación sobre cada uno- de detrás de los ancianos, salió una joven de piel celeste perlado y cabellos de un tono blanco verdoso, llevaba un vestido de escamas del mismo color que su piel, y tanto sus pies como sus manos presentaban dedos palmeados –buena suerte, general-

Se inclinó ante los ancianos y se acercó a la driada, su físico era pequeño, y su rostro quedaba a la altura del pecho de Aoi, se inclinó graciosamente, como si de una niña pequeña se tratase.

-Mis saludos, general, mi nombre es Kairin y soy una driada del mar- su voz era aguda, y repicaba como gotas de lluvia sobre el cristal –sígame, por favor, a los aposentos del príncipe del reino del otoño

La pequeña ninfa tomó la mano del general, arrastrándolo por los pasillos, era una niña muy energética y, aunque Aoi no quiso admitirlo, muy fuerte.

Se frenaron ante una gran puerta de roble y Kairin habló.

-Esta es la sala maple, aposentos del príncipe del otoño, Reita... es un joven extraño, a decir verdad, usa esta cosa sobre su cara- Kairin hizo un gesto gracioso, como simulando una cinta sobre su nariz, aunque Aoi no lo entendió –él se encarga de el cambio de color de las hojas, y de los fuertes vientos que hacen que estas caigan, también puede comunicarse verbalmente con los animales que viven en los bosques, como ardillas y cervatos.

Aoi asintió, y Kairin abrió la puerta, entraron, se hallaban en lo que parecía un pequeño bosque de maple, todos con sus hojas de ese característico color rojo que les daba el otoño. Caminaron hasta quedar frente a un árbol de maple que resaltaba de los demás, era ancho como una habitación, y presentaba un gran nudo hueco a la altura del piso.

Esperaron un momento, y de dentro del árbol salió un joven de cabellos dorados, su peculiar peinado cubría uno de sus ojos, y presentaba picos, Aoi recorrió el rostro del joven con su mirada, y ahí fue cuando comprendió el gesto de Kairin, tenía una venda sobre su nariz. El ropaje del joven parecía elegante y a la vez deportivo, consistía en un chaleco de cuero con adornos de piel de conejo, y unos amplios pantalones de seda, rematado con un sinfín de accesorios y adornos de cuero, aretes y anillos.

El joven se acercó a ellos, y tanto él como Aoi se inclinaron como saludo respetuoso.
-Es un honor poder conocerlo, Aoi-san- el timbre de su voz era extraño, como seseante, pero no dejaba de sonar agradable –mi nombre es Reita, y soy el príncipe del reino del otoño.
-El honor es mío- respondió Aoi en un tono solemne, otra vez preguntándose, como hacia centenarios atrás, como este joven conocía su nombre. Kairin los miraba con interés, pero se distrajo cuando una fuerte brisa sopló, el príncipe reía, Aoi dedujo que las brisas se producían cuando el príncipe estaba feliz.

-No tiene que ser así conmigo, no soy muy diferente a usted- metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y miró a los lados, para luego silbar en un trino amigable.

Un pequeño petirrojo bajó volando de uno de los maples cercanos y se posó en el hombro de Reita, llevaba una pequeña piedra roja en su pico, la cual Reita tomó en su mano y alcanzó al general –quiero que lleves esto contigo a la guerra, arrójala al enemigo, y se levantará una fuerte brisa que levantará el polvo y los cegará por un momento.

Depositó la pequeña piedra en la mano de Aoi y le deseó buena suerte.

Kairin y Aoi se retiraron de la sala y volvieron al pasillo.

-¿Vio lo que le dije? Raaaaarooooooo- dijo en un tono cantarín la pequeña Kairin y volvió a tomar la mano del general para dirigirse a otro pasillo, y detenerse ante otra puerta, la cual parecía echa de pino.

-Sala del sol, aposentos de Kai, príncipe del verano- dijo Kairin de forma sistemática –Es un chico muy agradable, y su sonrisa es reconfortante, él se encarga de la temperatura, las lluvias y de los cambios en las fases lunares, que influyen en la marea.

Entraron a la sala, una hermosa playa tropical se extendía frente a ellos, un joven se encontraba sobre una lona, recostado bajo una sombrilla, con los ojos cerrados y una sonrisa, disfrutando del sol. Se acercaron a él, y él se incorporó frente a ellos, su cabello era largo, lacio del lado derecho (derecha de Kai) y en el lado izquierdo presentaban trenzas cosidas, todo su cabello se encontraba atado en una cola alta detrás de su cabeza, llevaba una camisa blanca de seda, mangas 3/4 , con algunos botones desprendidos, dejando ver la piel de su pecho, la cual tenía un tenue tono bronceado y llevaba pantalones de una tela delgada qué Aoi no conocía, y de un pálido color verde olivo, los únicos adornos que llevaba eran una delgada cadena en su cuello y aretes.
La agradable figura, conocida como Kai, se inclinó al mismo tiempo que Aoi.

-Querido Aoi-san! Mi nombre es Kai, príncipe del verano!- hablaba emocionado, gesticulando con sus manos y haciendo movimientos femeninos, que iban a la perfección con su voz de timbre agudo, como campanillas.

-Un gusto conocerlo, Kai-san- saludó Aoi, y no pudo evitar formar una sonrisa en su rostro, ya que la actitud del pequeño príncipe era muy contagiosa.

Kai se retiró, dejando a Kairin y Aoi solos por unos momentos, con el sonido de las olas chocando contra los acantilados, hasta que el príncipe volvió con una gran guacamaya azul en su hombro, la cual parloteaba sin cesar y agitaba sus alas emocionada.
-Mi regalo es este pequeña ave mensajera- dijo Kai mientras acariciaba la cabeza del ave, con dos dedos –No se la daré aun, para no estorbar, la dejaré libre cuando usted se vaya y ella lo encontrará, a usted y a su ejercito.

Salieron de la sala luego de que Kai le deseara buena suerte a Aoi, y soltara una pequeña risa que hizo que la superficie del agua resplandeciera.
-Realmente es un chico muy agradable!- exclamó Aoi mientras recorría los pasillos con Kairin –Sus súbditos deben ser personas muy felices...

-Claro que lo son, Kai-san es muy amable, y su reino es muy rico, ¿Viste el tamaño de ese ave? WOW!- Kairin pegaba saltitos, Aoi pudo notar un brillo especial en sus celestes ojos, el cual reconoció como amor, la pequeña Kairin estaba enamorada de cierto principito... –Pero... me dijeron que tiene cientos de amantes alrededor del mundo- su rostro se ensombreció, y el brillo de sus ojos se apagó.

Siguieron caminando en silencio, hasta detenerse frente a una puerta echa de lo que parecía ser hielo.

-Sala de la ventisca, aposentos del príncipe del invierno, Ruki- puso los ojos en blanco y resopló –Encargado de hacer que todos los copos de nieve sean diferentes, controla las ventiscas con su canto, conocido como “el artista”- dijo estas ultimas dos palabras con un tono sarcástico, Aoi entendió que el príncipe del invierno no era del agrado de Kairin.

Entraron a la sala, una gran llanura blanca, nevaba, se podía escuchar un canto melancólico, una voz profunda llena de sentimientos.

-... Y la violencia me viola, pero de repente, una risa penetra en mis oídos, un calor corta el frío del invierno, por favor, dime que solo es una pesadilla...-

Siguieron el sonido del canto, hasta ver que provenía de una pequeña figura, sentada sobre un tronco que estaba caído en el suelo. Kairin dio un paso hacia la figura, pero la nieve crujió bajo sus pies, haciendo que la figura volteara. Unos ojos tristes los miraron, un rostro que mostraba agonía, enmarcado por un rojizo cabello rizado, que le llegaba hasta los tobillos, y botas para nieve, llevaba cadenas y varios pendientes en su oreja derecha (la derecha de Ruki).

-General, mi nombre es Ruki, y soy el príncipe del reino del invierno- su voz, profunda y un poco gutural, resonaba en el vacío silencio del cuarto, con ese sonido sordo que hacen las avalanchas, un sonido inexistente y triste.

Aoi se inclinó frente a él sin decir nada, el silencio frío de ese salón lo aplastaba y dejaba sin aliento.

Ruki volvió a sentarse, y tarareó una nana, en un tono bajo, que hacía que pequeños montones de nieve se arremolinaran sobre el suelo, una única lagrima rodó por su mejilla, y cuando calló, la atajó con su mano, se había convertido en un cristal transparente y puro, el cual le dio a Aoi.
-Lleva contigo este amuleto... y serás inmune a los ataques del enemigo, hasta que el escudo de hielo se derrita, buena suerte, Aoi-san- se sentó dándoles la espalda nuevamente, retomando su triste canto.

Kairin y Aoi se retiraron del cuarto en completo silencio.

-Eso fue... profundo- dijo Kairin con apenas un aliento. Aoi estaba de acuerdo con ella, el príncipe había compartido su tristeza con ellos, al parecer, Ruki-san tenía una gran historia detrás suyo y no era feliz, sintió un impulso de volver al salón de la ventisca para consolar al pequeño príncipe, pero no lo hizo.

Siguieron recorriendo los pasillos, suspirando de vez en cuando, hasta llegar a una puerta, la ultima, echa de enredadera en flor.

-Salón del loto carmesí, aposentos del príncipe de la primavera, Uruha- Aoi se tensó, Uruha, ese era el nombre que le había dado a su amada criatura, aquella que lo visitó el ultimo de sus días –Encargado de las flores, en todos los aspectos, sepa disculparme, Aoi-san, pero va a tener que entrar solo, mi trabajo era guiarlo por los pasillos- sonrió, se inclinó graciosamente y se retiró a los saltitos. Aoi entró solo al cuarto, un aroma delicioso lo invadió, e hizo que su cuerpo se estremeciera ante el recuerdo, jazmín, vainilla y sakura, el aroma de su criatura. Recorrió ese gran jardín, con diferentes especies de árboles y arbustos florales, hasta ver una hamaca de madera, que colgaba de lianas de un árbol grande y fuerte y sentado en ella, una figura esbelta, ataviada con un kimono femenino del color de las flores del cerezo, translucido, Aoi se detuvo sin aliento, observando como la criatura de sus sueños contemplaba una flor que tenía en sus manos, antes de voltear su rostro al general.

-Hola, Aoi-san, le dije que nos volveríamos a ver- el corazón de Aoi se aceleró al escuchar la voz de Uruha, miró al piso, para calmar a su corazón.

Uruha se acercó a él, tal y como Aoi lo recordaba, como flotando sobre el suelo, de forma elegante.
-Ya se que soy muy inferior como para que me dirija la mirada un gran general como tú-el príncipe sonaba triste, y se mordió el labio inferior con pena.

Aoi levantó la mirada, para encontrarse con el rostro de un dolido Uruha, que sollozaba en silencia, Aoi logró notar como un par de flores se marchitaban y acunó el rostro del príncipe con sus manos, limpiándole las lagrimas con pequeñas caricias que le propinaba con sus pulgares.
-No llore, no arruine ese bello rostro con lagrimas y regáleme una sonrisa, una sonrisa que llegue a tocar mi corazón, por favor, su alteza- Aoi trató de hablar calmo, tratando de ocultar sus desbocados latidos, la piel de Uruha tenía el tacto mas suave y agradable que jamás haya sentido.
Uruha sonrió y cerró sus ojos, subió sus manos y tomó las de Aoi, que se encontraban en sus mejillas, las acarició delicadamente, y una suave brisa sopló, haciendo bailar a las flores. Separó una de las manos de Aoi de su rostro, acercándola a sus labios y dándole un pequeño beso, el general sintió el tacto de esos labios en su mano, su tacto era extremadamente suave y le recordaba a los pétalos de las rosas que acababan de florecer.

Aoi se sintió morir de nuevo, pero esta vez, moría de ganas de probar esos labios, recorrió con su mirada el rostro, el cuello y el pecho de Uruha, viendo que el kimono estaba un poco abierto y dejaba ver su pecho, llenando la mente de Aoi con pensamientos inapropiados, que solo fueron interrumpidos cuando Uruha habló.

-Tú eras el mortal que se volvió el dueño de mi corazón, aquel día que te vi en mi bosque para dejarte ese mensaje...La persona a la que amo, y mi única primavera- depositó un tierno beso lleno de sentimientos en los labios del general. –Yo necesitaba ideas felices para hacer florecer a mis plantas, y esos pensamientos felices... Siempre fueron sobre ti... Mi general.
Aoi le sonrió y le dio un beso un poco mas largo.

-Y tú, la celestial criatura que robó toda mi atención, y a la cual pertenece mi alma, nunca te olvidé, y siempre esperé a que se cumpliera tu promesa de volver a vernos, mi príncipe...-

Uruha lo tomó de las manos y lo llevó detrás de una cortina de enredaderas, detrás de la cual se extendía una pequeña sala, en la que se formaba un colchón de pétalos sobre el piso, en el cual Uruha se recostó, atrayendo a Aoi, comenzando a desatar los cordones de la armadura del general.
-Q... Que haces?- preguntó Aoi de forma entrecortada.

-Te doy mi regalo, tal y como hicieron los otros, sol que el mío es tanto un amuleto, como una razón para hacer que vuelvas con vida- quitó la parte superior de la armadura de Aoi y acarició su pecho con la yema de sus dedos, enviando pequeñas descargas eléctricas a la espina del general –Y quiero que lo aceptes, por favor, es algo muy importante- desató el nudo de la faja que sostenía su kimono, arrojándola a un lado, la tela suave de su kimono deslizó por su pierna, dejando verlas, perfectas, largas y delgadas, el rostro de Uruha estaba realmente enrojecido, y respiraba con dificultad.

Aoi se atrevió a retirar por completo las ropas que cubrían a Uruha, contemplando su cuerpo desnudo, ese resplandor plateado que tanto recordaba el general permanecía y su piel seguía emanando ese agradable aroma que lo embriagaba y le hacía perder el control de sí mismo.
Uruha tragó saliva con nerviosismo antes de volver a hablar.

-Tómame, Aoi-san, hazme tuyo, que mi virginidad es lo único que tengo para obsequiarte- dicho esto, se incorporó y comenzó a besar el cuello y el pecho de Aoi, el cual respiraba con urgencia y pasaba sus dedos por el suave cabello del joven príncipe, para luego, con una mano, despojarse rápidamente de la parte inferior de su armadura, quedando en las mismas condiciones que Uruha. Aoi se inclinó sobre Uruha de forma hambrienta, besándolo con violencia, acariciando suavemente el labio inferior de Uruha con su lengua, pidiendo entrar. El príncipe separó levemente sus labios, y la lengua de Aoi se coló entre ellos, recorriendo su boca por completo e incitándolo a comenzar un juego del gato y el ratón, el aliento del príncipe le sabía a rosas.

Uruha arqueó levemente la espalda, haciendo que, inconscientemente, sus erectos miembros rozaran entre sí, haciendo que ambos soltaran un pequeño gemido ahogado. Aoi acercó su mano al rostro del príncipe, pero su mano fue apresada por Uruha antes de que pudiera tocarlo, llevándose los dedos de Aoi a su boca, cubriéndolos con su tibia saliva.

Aoi comprendió inmediatamente, y levantó las piernas de Uruha, que lo abrazaron por la cintura. Dirigió sus dedos, previamente lubricados con la saliva del joven príncipe hacia su entrada.
-Tranquilo, esto va a doler...- esperó un momento a que Uruha asintiera, e introdujo un dedo a su entrada, de los labios de Uruha escapó un pequeño gemido húmedo de dolor, comenzó a ejecutar movimientos circulares con su dedo, esperando a que Uruha se acostumbrara para luego introducir un segundo dedo, y moverlos rítmicamente.

Cuando los gritos de dolor del príncipe cambiaron por gemidos de placer, retiró sus dedos de su interior, la tonalidad del rostro de Uruha era de un fuerte color carmesí, tan fuerte que hasta pudo notar péquelas manchitas moradas en las mejillas del príncipe, causadas por los pequeños vasos sanguíneos que habían reventado a causa de la presión de la sangre que viajaba a su rostro, el cual estaba bastante húmedo, por las lagrimas que había soltado durante la dolorosa intromisión de Aoi.

Aoi levantó las piernas de Uruha nuevamente a la altura de su cadera, posicionándose en su entrada, para luego penetrarlo lentamente, se quedó quieto por unos momentos, hasta que Uruha se había acostumbrado y comenzó a moverse con lentitud, adentro y afuera, pero sin salir de aquel tibio pasaje que se contraía dolorosamente.

-Más.... más rápido...!- exclamó Uruha, con los párpados apretados, indicación que Aoi siguió, y aceleró notablemente su ritmo, no mucho tiempo después, tuvo la sensación de una corriente eléctrica que lo invadía, recorriendo su espina hasta la punta de su miembro, para luego dejar su semilla dentro de Uruha, que se dejó correr entre sus vientres, rastro el cual Aoi limpió con su lengua, amargo, pero no desagradable para su paladar, todo lo que pertenecía al príncipe de la primavera le era perfecto, y sentía que sus cuerpos encajaban a la perfección y trabajaban realmente bien juntos, como piezas de un reloj.

Aoi se dejó salir de Uruha, el cual trataba de recuperar el ritmo normal de su respiración. Se dejó caer a su lado, y quitar del rostro de su príncipe los mechones de cabello que se pegaban, sudorosos, a su frente y depositar un dulce beso en sus labios, acariciándole las enrojecidas mejillas.

Uruha rodeó la cintura del general con sus brazos y hundió su rostro en su cuello, haciéndole leves cosquillas inconscientes con sus labios y nariz, quedando así por unos momentos, antes de que Uruha se deslizara hacia abajo, acariciando y recorriendo el pecho y vientre de Aoi con la yema de sus dedos y la punta de su lengua, hasta llegar al miembro de Aoi, que ya había reaccionado ante los roces que le propinaba Uruha, el cual lo metió de lleno a su boca, haciendo que un ligero gruñido de placer escapara de los labios de Aoi, que tomó de los cabellos al príncipe, empujando su cabeza hacia abajo.

Uruha subía y bajaba su cabeza, acariciando con su lengua el miembro de Aoi, el cual soltaba gruñidos mientras se aferraba a los castaños cabellos del príncipe, quien seguía con su lenta tortura, mientras acariciaba la cadera del general. Aoi arqueó su espalda y se corrió en la pequeña cavidad de Uruha, que tragó la semilla de Aoi sin hacer ningún tipo de mueca, para luego relamerse los labios.

Pasaron unos minutos hasta que ambos pudieron recuperar el ritmo normal de sus respiraciones. Uruha ayudó a Aoi a volver a ataviarse con su armadura.

-Buena suerte, Aoi-kun- dijo el príncipe y sonrió, soltando una pequeña risita –Te esperaré, no importa si la guerra dura años, yo seguiré aquí- cubrió su cuerpo con el delicado kimono rosado y se acercó al general, sin borrar esa hermosa sonrisa de su sonrojado rostro.

-Ten por seguro que volveré, Uruha-kun, aún no me voy de aquí y ya te extraño- Aoi acarició las cálidas mejillas del príncipe y le dio un beso en la frente, sonriendo al notar que el característico aroma primaveral de su piel, estaba manchado con el aroma férreo de la suya.

Antes de salir del salón, volvió a despedirse de Uruha, dándole un beso profundo y lleno de sentimientos.

Uruha asomó la cabeza por la puerta, viendo alejarse por el corredor al amor de su vida, una gruesa lagrima rodó por su mejilla, y donde cayó, nació una pequeña y azul flor de nomeolvides...
...

Ya hacían varias décadas que la guerra había comenzado, y Uruha nunca rompió su promesa, se encontraba con los demás príncipes, en una gran antesala, esperando como todos los días, noticias de la guerra.

Kai conversaba animadamente con Reita, sus risas podían escucharse claramente y a cortos intervalos, mientras que Ruki, se encontraba en un rincón, llorando amargamente mientras le dedicaba miradas nerviosas, y a veces llenas de odio a Reita y Kai, ya no usaba mas su largo abrigo, el clima de la habitación era templado y normal, si se ignoraban las ocasionales ventiscas, hojas secas que se arremolinaban con el viento, y los pétalos que las acompañaban , en cambio, estaba vestido con una remera de seda de largas mangas, y pantalones oscuros de otro material.
Uruha tomaba tranquilamente su té de jazmín mientras observaba la escena, para él, la guerra no significaba lo mismo que para ellos. En el reino de los cielos, el tiempo parecía pasar mucho mas despacio, ellos no habían cambiado físicamente de forma notable, tal vez sus cabellos solo habían crecido un par de centímetros, así que Uruha no se preocupaba porque Aoi no lo reconociera, lo que le preocupaba era no recibir noticias especificas sobre su querido general.

Las puertas se abrieron con violencia y los príncipes se voltearon, esperando ver a Kairin entrar con las noticias diarias. Pero en su lugar, entraron dos soldados portando lanzas, los cuales se acomodaron a ambos lados de la puerta dejando pasar una alta figura, aún llevaba su yelmo, y un pañuelo cubría la mitad de su cara. La atención de los príncipes se tornó a esa persona, mientras Uruha tamborileaba sus dedos sobre la superficie de porcelana de la taza.

El extraño llevaba una guacamaya azul posada en su hombro, la cual se dirigió volando al hombro de Kai, quien acarició su cabeza con delicadeza. El hombre se quitó su yelmo, dejando ver un largo cabello color azabache, Uruha se incorporó, y caminó hacia él, con los labios entreabiertos y leve expresión de sorpresa y ansias.

El cuello del extraño lucía un collar con dos cristales, uno rojo y otro puro y transparente, a lo que Ruki y Reita reaccionaron con una leve y casi invisible sonrisa. El hombre retiró el pañuelo de su cara, dejando ver un bello rostro, el rostro que tanto esperaba Uruha por ver de nuevo.

Espada y pañuelo en una mano, yelmo en la otra, se acercó con paso decidido a Uruha.

-Ya volví, mi príncipe- su voz no era mas que un susurro, convertido en música para los oídos de Uruha, quien sonrió y depositó un largo y apasionado beso en los labios de su general.

Murmullos curiosos recorrieron la sala, pero eso les importaba poco y nada a Aoi y Uruha, ellos solo se retiraron de la sala, para dirigirse a los aposentos del príncipe de la primavera, donde las heridas leves del general serían curadas con besos y caricias y el aroma a jazmín, vainilla, sakuras y hierro nublaría sus mentes y los invitaría a no separarse nunca más el uno del otro.

FIN

proximamente voy a subir una precuela q habla del pasado de Ruki

Última edición por Rei-sama el Jue Dic 03, 2009 11:46 am, editado 1 vez

*0* DIOSS, SIN DUDA MI PREFERIDO

Me conmovio tanto.. Tenia mis 5 sentidos puestos completamente en el mientras lo leia..

Me encanto ♥

>< gracias!!! es muy bueno q te haya gustado :3 es el primer fic q escribí ><... q decis... subo el de Ruki o no? es triste u.u

Siiii, aunque voy a llorar descocidamente xDDD

Obvio que si!, me gustaria leer mas *0*

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