Título: CanchaApto: 13+: Mayores de 13 [Doble sentido de frases]
Sinopsis: Descanso impuesto, frío invernal ¿hace falta un poco de calor, no?
RR (Renuncia de Responsabilidad): Esta historia es pura ficción. The Gazette pertenece a PSCompany, con quien no tengo ninguna conexión, y las marcas registradas son propiedad de sus respectivos dueños. Ninguna parte de esta historia puede ser reproducida o reutilizada sin autorización.
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La pelota golpeaba la red, una y otra vez. El cemento bajo sus pies, se ensuciaba cada vez más, con sus corridas y patadas. La pelota sufría el contaste abuso de su rabia; el agua de lluvia, había mojado el campo de juego, causando que cada golpe y patada, salpicara agua sucia.
—¿No vas a volver adentro, no?— el rubio golpeó la pelota, haciendo un gran estruendo al chocar contra la pared. Dejando que la pelota pasara a su lado, se giró.
—¿Al estúpido se le pasó la borrachera?— el morocho negó con la cabeza, mientras habría la puerta de rejas, que separaba la cancha del resto del patio de la compañía.
—Está haciendo más frío, va a ser mejor que entres— el bajista bufó y fue hasta la pelota, pateándola de vuelta.
—No te entiendo. Vos deberías ser el más enojado con esto— el morocho sonrió y pateó la pelota que había vuelto.
—Si tuviera que enojarme con cada cosa que pasa en la banda, estaría enojado todo el tiempo— el bajista puso bajo su pie, el balón que había vuelto.
—Pero esto ya fue mucho— el baterista intentó sacarle la pelota, el rubio la movió para evitarlo —Ya es la tercera vez consecutiva que llega así— el morocho lo intentó nuevamente.
—Los chicos están cuidando de él ahora— un poco de forcejeo después, logró quitársela y fue el turno del rubio de sacarle la pelota —De seguro se debe sentir mal por haberte gritado y dicho todo eso— el morocho esquivó todo y luego dio una patada, que mandó la pelota contra la red, sonriente, miró al bajista —¿Vamos adentro Reichan?— el rubio miró con el cejo fruncido, como el balón volvía a sus pies.
—Hay dos cosas seguras: los borrachos y los niños no mienten— con furia, pateó la pelota, dando contra la red y la pared —No trates de salvarle el pellejo Kai— el morocho asintió, yendo hacia la pelota y fregándose los brazos para darse calor.
—Me va a tomar un tiempo convencerte de que entres, ¿no Reichan?— el rubio se rió, mientras otro juego de sacarse la pelota, comenzaba.
Kai apoyó sus manos sobre sus rodillas, mientras respiraba agitado. Habían pasado una hora jugando, sin marcador, ni nadie que atajara ni contara los goles; terminando con las zapatillas y pantalones con barro y bastantes húmedos. Un simple juego para disfrutar. Sonriendo, el morocho se apoyó contra la reja, mientras el rubio se sentaba sobre el suelo, sin importarle lo mojado o el frío. Después de unos momentos, en los que el bajista miraba y movía la pelota de fútbol en sus manos, la temperatura de sus cuerpos volvía a descender después de las corridas y agitación del juego. El frío del invierno se volvía a sentir con fuerza. Kai se frotó los brazos y la cara, y miró al rubio a un costado suyo. El bajista tenía puesta una simple musculosa, al haber salido de la cálida sala de descanso con prisa, sin buscar ni ponerse un abrigo. Kai volvió a frotar sus brazos, pero el tenía una camiseta manga larga y un chaleco para protegerse un poco del frío invernal.
—Ya te descargaste un poco, ¿no? ¿Podemos volver adentro?— el rubio levantó la cabeza, encontrándose con la mano que el baterista le ofrecía para ayudarlo a levantarse. Él la tomó y dejando la pelota en el piso, se paró.
—Si querés, volvé al estudio Kai. Yo me quedo un rato más— el morocho rodó los ojos.
—Estamos en la actitud del nenito malcriado otra vez Rei chan, ¿eh?— el rubio se cruzó de brazos y desvió la mirada.
—No soy ningún malcriado, muchas gracias— el baterista negó con la cabeza y pasó sus manos por los brazos del rubio.
—Estas helado Reichan, te vas a enfermar… ¿Y después que voy a hacer yo? Si algo les pasa a ustedes en este invierno, todo se atrasa y toda la responsabilidad cae encima mío— lo dijo en tono de reproche, mientras frotaba sus manos contra los brazos del otro para darle calor.
—Que alegría saber que te preocupas tanto por mí Kai— el tono sarcástico hizo sonreír al morocho.
—¿Viste? Tengo que asegurarme de que cada uno esté bien de salud— riéndose empezó a palpar al bajista por los brazos, el pecho, el cuello, la cara…
—¡Hey, hey! ¿Adónde estamos tocando?— el bajista se reía, mientras se movía para evitar las manos de Kai en su cintura y un poco más abajo. El morocho se reía abiertamente. Fingiendo dramatismo, el baterista llevó su mano hacia su cara.
—¡Dios mío! ¿Y que pasa si tenés fiebre?— el rubio se rió, negando con la cabeza —Tenés los labios pálidos Reita— el bajista siguió el juego y dejó que el morocho siguiera revisándolo.
El baterista se acercó al rubio y le tomó el rostro. Sonriendo lo miró a los ojos.
—En serio Reichan. Hay que entrar, estás blanco y helado— el rubio sonrió, sabiendo que había perdido la discusión.
—¿Y?— el morocho lo miró extrañado —¿No vas a ver si tengo fiebre o algo?— el baterista se rió y acercó sus labios a la frente del bajista, sorprendiéndolo. Después de unos segundos, el morocho se separó sonriente.
—No, no tenés fiebre Rei chan, pero si estás frío— el bajista pestañeó varias veces.
—¿Y eso?— el otro lo miró confundido otra vez —El beso, ¿por qué fue?— el morocho, al entender, se rió.
—No fue un beso. Así es como mi mamá se fijaba si tenía fiebre— el rubio frunció el cejo —Mirá, dejando el labio en la frente, sentís la temperatura de la cara, sin confundirte por el calor de las manos— con una sonrisa, tomó el rostro del bajista y apoyó sus labios en la frente del rubio de nuevo—¿Ves?
Reita todavía lo miraba con el cejo fruncido, pero Kai seguía sonriendo, mientras sus manos sostenían el rostro del otro. El sonido de alguien aclarándose la garganta, los distrajo. Ambos miraron a la entrada de la cancha de fútbol y vieron al morocho guitarrista, cruzado de brazos, con medio cuerpo adentro de la cancha.
—Lamento interrumpirlos, de verdad— el bajista se sonrojó, desviando la mirada, pero Kai seguía sosteniendo al rubio por el rostro, no habiéndose dado cuenta de lo implicaba el morocho, o no importándole… ninguno lo supo —Nuestro borrachito del día ya vomitó todo. Le dimos unas aspirinas para el dolor de cabeza y ya está lúcido de nuevo— Kai asintió y, tomando del brazo al rubio, empezó a caminar a la salida.
—Muy bien, volvamos adentro entonces— el rubio observó la sonrisa burlona y acusadora del guitarrista y se sonrojó.
—Ya Kai. Puedo caminar solo— el baterista lo soltó, pero en vez de seguir caminando, se puso detrás del rubio y lo comenzó a empujar.
—Entonces hacelo— el baterista se reía, mientras el rubio refunfuñaba y el guitarrista iba unos pasos adelante, riéndose.
Casi entrando el estudio, el bajista recordó algo.
—Las pelotas— los dos morochos lo miraron con una ceja alzada —Dejé la bolsa en la cancha… tengo que buscarlas— el rubio se había dado vuelta para volver, pero el baterista se puso frente a él, bloqueándole el camino.
—Ah, no Reita. Vamos adentro— el rubio giró los ojos.
—¿Y qué pasa si alguien se las lleva?
—¿Y quién se las puede llevar en la compañía?— el morocho lo miraba con reproche.
—Que se yo, dejame volver. Son unos minutos nada más— el baterista negó.
—No Reita— el rubio frunció el cejo y abrió la boca para contestar, pero el otro no lo dejó —Nosotros dos, somos los únicos que jugamos en la cancha con estos tiempos, nadie más sale. Y aparte de vos o yo, nadie más juega o toca tus pelotas— el rubio quedó con la boca abierta mirando a su líder, procesando lo que acababa de decir, mientras la risa del guitarrista resonaba con fuerza. Con el rostro rojo, el rubio desvió la mirada por el doble sentido de la frase.
—¡No digas cosas así, que se pueden confundir!— la risa del guitarrista no paraba, al igual que el rojo del rostro del bajista no se iba.
—¿Qué? ¿Qué dije?— el baterista los miraba confundido. Al ver que ninguno le respondía, siguió hablando —¿Tiene algo que ver con tus pelotas Reichan?— en ese momento, Aoi se agarró la panza, mientras se apoyaba en la pared para no caer.
—¡Kai!— el rubio lo miró rojo y sorprendido.
—¿Qué?— frunciendo el cejo con confusión, siguió hablando —Bueno ya. Arreglamos las cosas arriba, nos calentamos un poco, después vuelvo y me encargo de tus pelotas ¿está bien?
Aoi no podía parar de reír mientras se iba caminando, usando la pared como soporte, repitiendo entre risas, ‘No más…’. El bajista se dio vuelta, todavía rojo.
—Ya… no importa dejalo. Después vuelvo…— el rubio fue por el camino que había tomado el guitarrista, mientras la risa de aquel morocho, se seguía escuchando. Kai inclinó su cabeza a un costado, pestañeó varias veces mirando al bajista irse.
—¡Si es tan importante, me encargo ahora de tus pelotas Reichan!
—¡Kai! ¡Dejalo así!— la risa del morocho se escuchó con más fuerza y el tono del rubio, alcanzó un extraño timbre agudo.
Kai sonreía ampliamente. Avergonzar al bajista era siempre tan fácil…
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Jue Abr 19, 2012 9:11 am
